lunes, 14 de noviembre de 2016

Crispación



Vivimos sin pensar, podría ser que lo hiciésemos sin vivir, sin pararnos dos segundos para saber dónde estamos, quiénes somos. Todo lo que ocurre a nuestro alrededor está mal, todo parece escrito por un guionista malvado, nos metemos en Twitter y Facebook y parece que la realidad es esa. Y no lo es.

Vivimos en un estado constante de crispación, todos son enemigos salvo si compartes mis miedos y mis odios. Todo se edulcora con fotos, gatos, los malditos virales... pero el odio sigue ahí. La queja desde el sofá con el teléfono es el deporte nacional.

Vivimos en otra dimensión, andando sin ver lo que hay a nuestro alrededor, sin preguntarnos nada, a golpe de titular fácil. No queremos conocer las historias de la gente que nos rodea, nos preocupa más cuántos 'likes' tienen nuestras fotos de Instagram.

Vivimos sin mirar. Aprisionados en nosotros mismos. Salgan a ver a sus verdaderos followers, salgan con sus abuelos, con sus padres, sus hermanos, de sangre o de corazón, salgan con ese amigo con el que siempre dicen que van a quedar y nunca lo hacen. Vivan, piensen, observen, respiren.

Vivimos en la crispación. El odio se va apoderando poco a poco de todos, polarizando todo en lo que creíamos. El hastío, la hartura, el pasotismo. Lo disfrazamos todo con filtos, pero eso sigue ahí. Y el sol sigue saliendo cada mañana. Y con él la crispación.

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